Hasta hace algunos meses, yo era una de las muchísimas maestras
que viven disfrutando su trabajo.
Recuerdo que era feliz comentando que tenía el trabajo
soñado, ya que me pagaban por hacer lo que me encantaba. Hoy con mucha tristeza
y más preocupación observo que me cuesta mucho poder opinar lo mismo.
Sigo en un trabajo que me gusta, pero ya no puedo
disfrutarlo tanto, la presión es mucha, las madres de familia que siempre
fueron mis mejores aliadas en la instrucción de los niños, hoy fácilmente se
atreven a culparme de todo, a decir que no es obligación de ellas apoyar a los
niños con las tareas, ya que a mí me pagan para enseñarlos. Observo que poco a poco hemos sido desprestigiados,
todo el mundo se siente con autoridad para cuestionar mi trabajo, para
culpar a los docentes, Etc.
Sigo siendo la misma, la que ama a los niños, la que disfruta
cuando leen sus primeras letras, la que se emociona cuando los ojitos de los
niños brillan con lagrimas de emoción al escribir el nombre de sus madres por
primera vez, la misma.
La misma maestra, aunque ahora me siento perseguida con más estrés, con mucho miedo, con ansiedad.
La misma, si, pero ya no me siento tan segura al decir que
disfruto lo que hago.
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